En las diversas nociones de igualdad, es posible distinguir dos familias de significados: en la primera, la palabra "igualdad" indica una clase de justicia o trato justo. En la segunda "igualdad" indica semejanza u homogeneidad. En algunos contextos los dos significados pueden superponerse o converger, pero son diferentes. Tratar a las personas en forma justa puede requerir tratarlas en forma diferente; por otro lado, tratar a las personas como si fueran semejantes no es tratarlas necesariamente en forma justa.
Igualdad como justicia es una proposición de valor que se refiere a cómo las personas deberían ser tratadas; se refiere a las relaciones entre personas. Igualdad como semejanza, sin embargo, es un alegato de hecho; postula características comunes en las personas.
La antigua expresión "ojo por ojo y diente por diente" fue escrita como una ecuación, así como la más amable "haz a los demás, lo que quieres que te hagan a ti". La igualdad está presente en cualquier noción de que las personas deberían estar bajo el mismo conjunto de reglas o que un juez debería dar la misma consideración a ambas partes en una disputa.
En ninguna de estas nociones existe una idea de igualdad como un principio universal que une a todos los pueblos del mundo. Según un punto de vista, el primer paso en esta dirección puede ser identificada en forma precisa:
El día - uno de los momentos críticos de la historia - cuando, en un banquete en Opis, Alejandro rezo por la unión de los corazones (homonoia) y la comunidad de macedonios y persas.
El otro momento decisivo en la formulación de la idea de la igualdad universal fue cuando los primeros cristianos tomaron la fatídica decisión de llevar su nueva religión a los gentiles.
El principio de igualdad bajo la ley se mantiene como una tradición poderosa, si bien no en el sentido que todos debemos ser tratados en forma igual por la ley, por lo menos en el sentido que todos, gobernantes y gobernados por igual, se encuentran igualmente bajo la ley, y deberían estar igualmente obligados a obedecerla. La igualdad como oposición a la sociedad de clases era una tradición eterna entre las personas comunes, apareciendo a veces como una fuerza practica en rebeliones como la de los campesinos ingleses en 1381 (que nos dio el famoso lema, "When Adam delved And Eve span/ Who was then the gentleman?" (Cuando Adán cavaba y Eva hilaba/, ¿Quién era entonces el caballero?).
Dos de las más notables definiciones de la igualdad que aparecieron en este periodo ilustran cuan diferentemente puede interpretarse la noción de igualdad. La primera es la del coronel Rainsborough, el nivelador. En el debate que se llevó a cabo en el Nuevo Ejercito Modelo revolucionario en Putney en 1647, Rainsborough argumentó en favor de un gobierno por consentimiento, diciendo: "Pienso que la persona más pobre de Inglaterra tiene una vida que vivir, igual que la tiene el más grande."
La segunda definición de esta, poca, es la de Thomas Hobbes, el filósofo. En De Cive (1642) y luego en Leviathan (1651), Hobbes argumentó que las personas eran iguales, esto es, semejantes, en su total incapacidad de vivir sus vidas salvo en la medida en que se someten totalmente al Soberano Todopoderoso.
Para Hobbes, la igualdad es, ante todo, no una característica de la justicia, sino de las personas. Las personas son iguales porque ellas nunca pueden obtener por su propia fuerza ventaja de otra; son iguales en su "fragilidad". Esto las pone, como vislumbró Aristóteles, en un estado constante de envidia y, por lo tanto, de miedo uno de otro.
Ahora podemos volver a la pregunta de la forma que la igualdad ha adquirido en el contexto de la ideología de la posguerra del desarrollo económico mundial. Esto puede dividirse en dos partes: la igualdad que el desarrollo económico promete y la igualdad que produce realmente.
La esencia de la igualdad del desarrollo económico está contenida en la frase "nivelándose" o "cerrando la brecha". Por ejemplo, en la Declaración del Establecimiento de un Nuevo Orden Económico Internacional, adoptado por las Naciones Unidas el 1 de Mayo de 1974, se anunció que el NOEI:
Corregirá las desigualdades y enderezará' las injusticias existentes, haciendo posible eliminar la creciente brecha entre los países desrrollados y los países en vías de desarrollo y asegurar un desarrollo económico en continua aceleración.
La idea de que la diferencia de riqueza entre países puede ser descrito como desigualdad, en el sentido de injusticia, habría sido ininteligible hace algunos siglos. El hecho de que la idea es inteligible hoy es evidencia del grado en que aceptamos que el mundo ha sido organizado en un único sistema económico. Así como la igualdad universal, que no tenía sentido en la poca de la poli griega, posteriormente tuvo sentido en el mundo conquistado por Roma y así como hoy tiene sentido en un mundo conquistado por una economía capitalista global.
Una segunda idea novedosa es que la igualdad económica puede ser alcanzada, o por lo menos la desigualdad reducida, mediante la "continua aceleración del desarrollo económico". Cuando el sistema capitalista estaba confinado principalmente a los Estados Unidos y Europa, siempre se entendió que su libre operación producía desigualdad y que la reducción de la desigualdad sólo podía ser lograda mediante la actividad política, tal como la organización de sindicatos, la lucha por gobiernos laboristas y políticas de bienestar. La idea de que ahora que la economía mundial ha devenido capitalista puede generar igualdad a través de su propio "desarrollo" es notable.
Una tercera novedad es que el desarrollo puede conducir a la igualdad económica internacional en niveles de afluencia, "la prosperidad final". De este modo, la Declaración del NOEI ofrece la esperanza de que "las disparidades prevalecientes en el mundo pueden ser eliminadas y la prosperidad asegurada para todos".
Como la igualdad de oportunidad, la idea de la igualdad en el desarrollo mundial presupone que todos en el mundo juegan o deberían jugar el mismo juego. Para que los pueblos del mundo jueguen el juego del desarrollo, primero deben convertirse en jugadores.
El desarrollo promete igualdad económica en un futuro distante; lo que hace ahora, luego de más de cuarenta años, es producir una desigualdad devastadora.
Algunos podrían juzgar el sacrificio digno de hacerse, si sólo se mantuviera la promesa. Por consiguiente, vale la pena mencionar algunas de las razones por las que nunca podrá llegar a ser.
En primer lugar, consideremos las estadísticas. De acuerdo al World Development Reportó (Informe del Desarrollo Mundial) de 1988 del Banco Mundial, el PNB per cápita, para las que se llaman Economías Industriales de Mercado (es decir, los 20 países más ricos) era de $12 960 en 1986, con una tasa promedio anual de crecimiento (1965-86) de 2.3 %. Un cálculo simple nos da un crecimiento anual en ingresos per cápita de $ 298.08. El PNB per cápita para los 33 países más pobres el mismo año fue de $270, con una tasa de crecimiento de 3.1 %. El mismo calculo nos da un crecimiento anual en ingresos de sólo $ 8.37. No es de extrañar que la brecha entre el Norte y el Sur se va ampliando año tras año. Es cierto que, si los países pobres mantienen una tasa de crecimiento mayor que la de los países ricos por un tiempo muy largo, teóricamente ellos pueden eventualmente alcanzarlos. Pero, ¿cuánto tiempo tomara hacerlo? Suponiendo que la tasa de crecimiento en el Informe del Desarrollo Mundial permanezca invariable, podemos calcular que los países pobres alcanzarían el nivel de ingresos de 1986 de los países ricos, en 127 años. Ellos alcanzarían a los países ricos en medio milenio,497 años para ser precisos. El ingreso mundial promedio per cápita en ese momento sería de $ 1 049 miles de millones. Aún si asumiéramos lo imposible, una tasa de crecimiento sostenido para todos los países pobres de 5 %, ellos podrían alcanzar a los países ricos en 149 años, con un promedio de ingresos per cápita de poco menos de $ 400 000 por año. En realidad, la tasa de crecimiento para estos países, excluyendo a India y China, es de sólo 0.5 %. Claramente, los países pobres nunca alcanzaran a los ricos.
Estas cifras nos deberían ayudar a evitar sorprendernos innecesariamente cuando escuchemos que, después de todos los esfuerzos que se han puesto en el "desarrollo", la brecha entre los países ricos y pobres continúa creciendo a un ritmo acelerado.
Algunos defensores del desarrollo argumentan que esto es sólo cierto en un tipo de desarrollo y que existe otro tipo -el desarrollo alternativo, el desarrollo auténtico, el desarrollo a favor de los pueblos y similares- que pueden traer igualdad y prosperidad a todo el mundo. Si esto significa que una diferente estructura política y económica mundial podría terminar con la opresión y el hambre y establecer la paz y la justicia internacional, entonces esto ciertamente describe una esperanza que nunca debe ser abandonada.
La división entre ricos y pobres no es entonces simplemente una consecuencia de una estructura económica particular; es un axioma inherente al fenómeno de la riqueza. Es un fraude mantener la imagen de los ricos del mundo como una condición disponible para todos.
La igualdad del desarrollo - nivelarse con los ricos mediante la actividad económica - es por tanto una noción que va en contra del sentido común y de la ciencia económica; es una imposibilidad física (suponiendo que la tierra es el único planeta que tenemos) y una contradicción lógica. Al mismo tiempo opera, en realidad, para establecer nuevas formas de desigualdad. Al colocar al mundo bajo un único patrón de medida, destruye la posibilidad de lo que puede llamarse "la igualdad efectiva de los inconmensurables". Porque si se pudiera reconocer que diferentes culturas realmente tienen sus propios patrones de valores, que no pueden ser incluidos uno dentro del otro u ordenados por rangos en alguna escala supracultural, tendría sentido dar a cada quien igual respeto e igual voz.
El ser rico, por supuesto, no es la única forma de riqueza. Hay otras formas que pueden ser compartidas en común. Pero estas formas de riqueza son más políticas que económicas. La expresión "commonwealth" (comunidad) es, al fin y al cabo, una traducción al inglés del latín res publica, cosa pública, es decir, república. La riqueza común no es algo que se alcanza por el desarrollo económico sino mediante el ordenamiento político de una comunidad.
La riqueza común puede encontrar su expresión física en cosas como vías públicas, puentes, bibliotecas, parques, escuelas, iglesias, templos u obras de arte, que enriquecen la vida de todos. Puede tomar la forma de "comunes" o ámbitos de comunidad, tierra agrícola compartida, bosques o zonas de pesca. Puede tomar la forma de ceremonias, días festivos, festivales, danzas y otros entretenimientos públicos que se celebran en común. En general, las comunidades escogen poner mayor énfasis en su riqueza común y en su uso cooperativo, probablemente serán también quienes cultivan un gusto por la moderación privada.
Poner a todo el mundo bajo una misma medida, de tal manera que todas las formas de vida comunitaria -menos una- son devaluadas como subdesarrolladas, desiguales y desgraciadas, nos ha hecho sociológicamente ciegos.
Si la riqueza es el excedente económico, diferentes comunidades pueden elegir diferentes alternativas acerca de las formas que ese excedente ha de tomar. El excedente puede tomar la forma de consumo privado o de obras públicas. Puede tomar la forma de reducción de las horas de trabajo y crear el máximo ocio para el arte, el aprendizaje, los festivales o las ceremonias.
Si la regla de la distribución justa es dar a cada uno lo que merece, necesitamos entender que hay comunidades en el mundo que se han organizado para darle a la tierra, al mar, al bosque, a los peces, pájaros y animales lo que es suyo. Estas comunidades que se han organizado para dar a la tierra lo que es suyo, en vez de hundirse en las extremidades de la pobreza, mantuvieron realmente de esta manera un vasto "excedente" y compartieron una riqueza común.
Nada de esto significa que la desigualdad no sea hoy un problema en el mundo de hoy. Lo es, pero es un problema de isos, no de homoios. Es un problema que demanda justicia, no la integración y homogeneización de todos los pueblos del mundo en un único sistema económico y cultural mundial. En pocas palabras, la desigualdad no es un problema económico.
El problema del problema de la desigualdad no descansa en la pobreza, sino en el exceso. "El problema de los pobres del mundo" definido más exactamente viene a ser "el problema de los ricos del mundo". Esto significa que la solución a este problema no es un cambio masivo en la cultura de la pobreza de modo de colocarla en la vía del desarrollo, sino un cambio masivo en la cultura de la superfluidad para colocarla en la vía del contra desarrollo. No demanda un nuevo sistema de valores que fuerce a las mayorías del mundo a avergonzarse de sus hábitos de consumo tradicionalmente moderados, sino a un sistema de nuevos valores que obligue a los ricos del mundo a ver la vergüenza y la vulgaridad de sus hábitos de superconsumo y la doble vulgaridad de pararse sobre los hombros de otras personas para lograr esos hábitos de superconsumo.
Una vez más podemos volver a la sabiduría de Aristóteles quien dijo:
Los más grandes crímenes no son cometidos por causa de las necesidades, sino por causa de las superfluidades. Los hombres no se convierten en tiranos para evitar exponerse al frío. (Política 1267a).
Resumen elaborado apartir la siguiente Fuente: W. SACHS (editor), Diccionario del desarrollo. Una guía del conocimiento como poder, PRATEC, Perú, 1996 (primera edición en inglés en 1992), 399 pp.